Hasta hace unos días presumía de lo bien que me sentía y me quejaba del hambre, que me había atacado sin previo aviso; y del sueño, un cansancio perenne que me perseguía a todas horas. Pobre ilusa... Ha sido cumplir la sexta semana y atacarme todos los síntomas de golpe. Tengo unas náuseas constantes que empiezan nada más poner un pie en el suelo. Es una sensación horrorosa porque tienes ganas de vomitar continuamente, y como si de un juego del destino se tratase, a la vez sigues teniendo hambre, así que pruebas a comer algo, y según lo que sea te sienta bien o hace que ese mal estar se vaya multiplicando por sí mismo durante los siguientes 5 minutos. Algunas veces consigues reprimir el vómito, pero otras es irremediable salir corriendo hacia el wáter. A todo esto se junta una sensación de globo en el estómago que te acompaña día y noche. Me he convertido en una bola de gas andante que va creciendo por días, porque soy incapaz de encontrar una vía de escape que haga que todo vuelva a su ser.
¿Debería estar feliz, verdad? pues no, estoy irritable, enfadada, rabiosa, sensible y llorona. Miro a mi chico y me da envidia de lo bien que está. Ya no me acuerdo de cómo me fijaba en las mujeres embarazadas cuando andaba por la calle. Esa envidia sana de querer ser como ellas se ha desvanecido de golpe, y ahora quiero estar como mi marido, como la chica que está en el parque paseando a su perro fumándose un cigarro o tomándose una cerveza. Es como si se me hubiera nublado la mente de golpe y sólo sintiera pena por mí misma. A veces, incluso, me pregunto si habré hecho bien, si no me habré precipitado y dee pronto, me doy cuenta que tengo 32 años, no 20 ¡¡por dios!! Y me siento culpable, irresponsable por sentir esto y no estar pletórica por mi estado. Con todo lo que lo he deseado...
Pero como todo tiene su lado bueno, hoy he ido a mi primera ecografía. Ha sido increíble ver un garbanzo que tiene corazón y que está dentro de ti. Creo que ese es el momento en el que te das cuenta que estás embarazada. Antes tienes la sensación de que todo puede ser un error, una broma de un laboratorio en forma de test. Pero no, ahí está, tan pequeñito y tan grande a la vez. Agarrado a la vida con fuerza y gritando a través de su pequeño corazón que está ahí, contigo. De pronto te das cuenta que esa motita de 5.9 mm depende de ti, de lo que comas, de lo que hagas, de lo que te cuides o no. Y ahí vuelven los sentimientos encontrados, la alegría, el miedo, la incredulidad, la rabia, la soledad... Porque sí, esa soledad se hace presente de forma irremediable al darte cuenta que eres tú, sólo tú, quien tiene que cuidar a ese ser hasta que se forme y llegue al mundo.
Tengo la esperanza que la naturaleza, ya que dicen que es sabia, me prepare para ese proyecto, un proyecto de vida que ahora mismo se me hace cuesta arriba. Quizá sean las hormonas, o quizá es que pienso demasiado las cosas, y es que a veces, ¡qué malo es pensar!